Bajo el título "La palabra obrera", Alain Faure y Jacques Ranciére incorporan toda una serie de textos escritos por y para el proletariado francés entre la revolución de 1830 y el golpe de Estado de diciembre de 1851. Panfletos y manifiestos, textos de combate y reglamentos de asociaciones, proclamaciones socialistas y la llamada a la "unión de las clases" forman el conjunto de este libro, publicado en el 2007 y de un interés excepcional.
La recopilación muy bien seleccionada de los textos permite mostrar cómo el entrelazamiento de los discursos y de las prácticas ha permitido que una clase comience a pensar su identidad y a reivindicar su lugar. En ese trabajo de vuelta a cuestionarse muchos elementos, el estudio tiene un interés específico: No se trata del origen de la palabra obrera, sino del momento específico en el que hablar, responder a las órdenes de los "maestros ", decir lo que está mal en el tiempo presente y las esperanzas que el porvenir señala se convierten en un arma para afirmar su identidad, para agruparse y luchar. Por eso "esta palabra rehúsa ser solo la queja entristecida o el grito salvaje de la miseria (...) Los obreros no hablan para gemir o para amenazar, hablan sencillamente para ser comprendidos. Buscan con ello ser reconocidos como algo diferente a la fuerza del numero y al vigor de los brazos, manejen éstos las herramientas o los fusiles. Para confirmar que los obreros pueden decir lo que es justo y razonable, y que hay que hacerles un sitio no porque sean los mas fuertes, sino porque este lugar es conforme a las órdenes de la justicia y de la historia. No se trata de gemidos que provienen de los bajos fondos de la sociedad que más padece las crisis. Es la inteligencia de una voz que expresa un principio nuevo en el mundo, que lo interpreta y explica: intenta enunciar la centralidad del trabajo en la sociedad".
Jacques Rancière en la presentación de estos textos explica asimismo la relación de esta reivindicación del lenguaje propio, que está muy ligada a la exaltación de la educación y de la propaganda como forma de condicionar un cambio real de la condición obrera con la violencia en su radicalidad de violencia de clase. y la reivindicación igualitaria que ésta lleva a cabo. Y en segundo lugar, cómo la palabra obrera se dirige fundamentalmente a los burgueses, a la contestación del discurso burgués sobre la clase obrera, es decir, a cómo son designados los obreros en la materialidad de las palabras que los nombran. "El lenguaje burgués, en su literalidad escrita, dice la opresión del obrero". Se trata en último término de negar la capacidad de los burgueses de calificar lo qué es un obrero: "sólo los obreros pueden llegar a nombrar su situación y su revuelta". En esta explicación de la palabra obrera como descodificación del lenguaje burgués del poder y de la cosificación, y en las formas complejas que asume estas formas obreras de identificación con las formas discursivas de la ideología dominante se encuentra posiblemente uno de los atractivos del libro que le otorgan actualidad y oportunidad para perspectivas teóricas que pretenden desarrollar un discurso alternativo en el derecho y en la política sobre un "vocabulario y una sintaxis" que se emancipa de un lenguaje dominante y opresivo que impide la propia idea de tiempo futuro y de la posibilidad de cambiar las cosas deteniendo "el mecanismo de desposesión del trabajo y de la intelIgencia de los trabajadores".
La parole ouvrière 1830 - 1851. Textes chosis et présentés par Alain Faure et Jacques Rancière. La Fabrique éditions, Paris, 2007. 21,60 €.
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