Me parece que hay un vicio de origen en la construcción europea: la no disponibilidad de los antiguos y nuevos socios en crear un sistema federal, con pocas competencias pero bien definidas, dirigidas por instituciones comunes, elegidas democráticamente, con un funcionamiento transparente y responsable ante el pueblo sobre la base de una constitución. Es decir, la conocida historia de las relaciones de poder y de soberanía nacional respecto de la democracia supranacional. Y esto no tiene mucho que ver con el credo liberal, socialista o comunista. La historia de la integración europea nos dice que la diferencia entre el frente progresista y el conservador no se define por quien está a la derecha o quién se sitúa en la izquierda, sino por quien quiere la unión federal o no. Es innegable que según los momentos históricos determinados, derecha e izquierda han tenido grandes responsabilidades en el fallido desarrollo de la democracia europea. Pero, naturalmente, el problema no es sólo de arquitectura institucional. (…)
Tenemos aún cierta dificultad en percibir que Europa no es una entidad abstracta. Es un lugar donde se hace política, se confronta y se actúa según patrones algo diferentes a los que conocemos en nuestros propios países, pero que responden a la lógica de la democracia electoral. No se trata de que Europa sea “liberal” o “antisocial”, cuando el frente “progresista” tiene más diputados, mas ministros y más comisarios (aunque éstos sean incompetentes, desmotivados y burocratizados), se hacen cosas mejores que cuando gana la derecha (no sólo) populista. (…) Para cambiar el rumbo de Europa hay que actuar en dos frentes, el político y el institucional (…)
Las intervenciones en el debate organizado por Il Manifesto a partir de un texto de Rossana Rossanda, demuestran la existencia de un pensamiento estructurado, progresista y profundamente europeísta que desde posiciones y competencias todavía alejadas define algunos puntos seguros y delinea al menos una parte del camino que se debe seguir, aunque aceptando que hay que revisar profundamente ciertos aspectos ideológicos o culturales. Pero me parece que, más allá de las propuestas, hoy es necesario pensar cómo tales propuestas se pueden agregar y organziar para convencer y para vencer la batalla del consenso, además de la de los mercados. Para desmantelar el pensamiento único que muchas intervenciones han citado y la incompetencia mediocre del poder y del gobierno, y no sólo en Italia, sino en toda Europa. Hay que decir inmediatamente que las protestas de los indignados y las manifestaciones, los comités y los grupos, o hasta la participación del pueblo en el referéndum son elementos importantes, pero no suficientes en la reflexión sobre cómo actuar de manera que, de forma democrática y sobre la base de propuestas concretas, se pueda superar el actual derrumbe del sistema económico, social y político y poner en práctica un cambio positivo , “revolucionario” de nuestra sociedad. Al mismo tiempo, el debate en y dentro de la actuación partidista y electoral parece aún imprescindible, y deben tomar nota de la enorme energía liberada por los referéndum y las luchas masivas, generales, “populares” que se desenvuelven y se extienden por todo el espacio europeo (y más allá, como el caso de Israel lo demuestra paradigáticamente). Es seguro que todavía ambos “mundos” – el del parlamento, los partidos políticos y el circuito electoral y el de la calle, las movilizaciones y las figuras sociales de representación del pueblo – son necesarios para la definición de la alternativa y de su capacidad para lograr el consenso necesario para realizarla en lo concreto.
Monica Frassoni
http://www.ilmanifesto.it/archivi/commento/anno/2011/mese/09/articolo/5299/
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