María Luisa Suárez Roldán. Ed. Bomarzo, Albacete, 2001. 312 pp., 20 €.
María Luisa Suárez Roldán empezó a ejercer la profesión en los años cuarenta, intervino en la Agrupación de Abogados jóvenes del Colegio de Madrid, y como militante comunista (formó parte de la dirección central del Partido Comunista hasta el año 1978) fundó el primer despacho laboralista en plena dictadura, vinculado al movimiento de las Comisiones Obreras, sito en la calle de la Cruz número 16 de Madrid. Posteriormente, los despachos de abogados laboralistas, especializados también en la jurisdicción de excepción del Tribunal de Orden Público además de las Magistraturas de Trabajo, para la defensa de los trabajadores frente a la represión franquista, se multiplicaron por la ciudad: Modesto Lafuente 18, Atocha 49 y 55, Españoleto 13, Alcalá 151, todos ellos en Madrid, el de la calle Madrid en Getafe, además de extenderse al resto del país según iban creciendo el movimiento democrático y la represión.
El libro comentado ofrece las memorias de esta luchadora. Como señala Ramón Sáez, en una nota para la revista Jueces para la Democracia, en esta autobiografía se esboza una vida entregada al derecho y a los derechos de los débiles, una vida que adquiere sentido precisamente en la inserción de la protagonista en los movimientos de resistencia antifranquistas. Tras un emocionado prólogo de Yenia Camacho, María Luisa Suárez recorre su peripecia vital y su compromiso desde la Institución Libre de Enseñanza, donde estudió durante la República, hasta la ley de memoria histórica que vive como un hecho injusto para con las víctimas, siempre de la mano de su compañero Fernando Ontañón. La autora recala en ciertos momentos históricos de los que fue testigo, entre ellos la detención, tortura y asesinato judicial de Julián Grimau, a cuyo juicio asistió -la infame sentencia dictada por un consejo de guerra en el que el único jurista, el auditor, no había obtenido la licenciatura en derecho, sigue formando parte de nuestro ordenamiento al haberse denegado la revisión. Otro de los momentos dramáticos que recuerda María Luisa Suárez, es el asalto del despacho de Atocha 49 y el asesinato de cinco de sus componentes por el fascismo que se negaba a desaparecer, en 1977.
Maria Luisa Suárez, que ha cumplido 90 años, defendió nada menos que a 147 ciudadanos procesados ante el Tribunal de Orden Público por delitos políticos; y relata con detalle sus visitas a las prisiones, para entrevistarse con sus clientes, al tiempo camaradas, demostrando cómo se nutre de contenido político y humano la diligencia de comunicación con el preso y la importancia que tiene, según las enseñanzas de Concepción Arenal. Uno de aquellos presos, recluido en la cárcel de Burgos en los años sesenta, Vicente Cazcarra, dirigente comunista, escritor y traductor, ya fallecido, describió a la abogada como “mensajera de luz para los presos, voz de nuestra voz, grito de nuestra garganta, aliento y alegría, eslabón con la vida”. Los despachos de laboralistas fueron una institución clave en el proceso de construcción de la democracia; “a la vez espacios de lucha por la justicia y universalidad de los derechos, representan en la memoria colectiva la topografía urbana de la decencia y la solidaridad en una España negra”, como concluye Sáez en su nota de presentación al libro.
La autobiografía se presentó en las últimas Jornadas del Gabinete Jurídico de CCOO en Albacete, el 2 y 3 de junio del 2011, en un emotivo acto al que asistió la autora y en donde intervinieron Rodolfo Benito y Salce Elvira, que leyeron una carta de felicitación de Ignacio Fernández Toxo, el secretario general de CC.OO., y en el que participó asimismo Juanjo del Águila, haciendo una semblanza de la abogada, así como su amiga Josefina Samper, la mujer de Marcelino Camacho. Una comida posterior ofrecida por la editorial Bomarzo, con Luis Collado, permitió que una gran mayoría de los y las discípulas de Maria Luisa Suárez compartieran con ella mantel y conversación. Entre ellos estaban Antonio Montesinos, Manuela Carmena, Cristina Almeida, Nieves San Vicente, Jose Luis Núñez, Nacho Montejo, Ricardo Bodas, Jaime Axel, Federico de la Torre, Jóse Benítez, Alejandro Ruiz-Huertas, Pablo Aramendi y Enrique Lillo, que transitaron por aquellos espacios de libertad en donde aprendieron el ejercicio militante y solidario de la defensa de los trabajadores que hoy es difícil identificar en las prácticas del presente.
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