Ahora que se habla tanto de la identidad nacional en el Pais Vasco, cuenta Rafael Carvallo que la película "Al otro lado" de Fatih Akin le ha resultado muy sugerente. Este director nació en Berlín, de padres turcos, en 1973. Estudió Ciencias Audiovisuales en la Escuela de Bellas Artes de Hamburgo y se licenció en 1995. Ese mismo año realizó su primer corto, “Sensin – du bist es!”, que ganó el Premio del Público en el Festival de Cortometrajes de Hamburgo. Al año siguiente rodó otro corto, “Getürkt”. En 1998 dirigió su primer largo, Corto y con filo, que ganó el Leopardo de Bronce en el Festival de Locarno y el Premio al Mejor Joven Realizador en el Festival de Baviera. En 2003 realizó Contra la pared, galardonada con el Oso de Oro del Festival de Berlín y elegida Mejor Película por los Premios del Cine Europeo y por la Academia de Cine Alemana.
La película “Al otro lado” de F. Akin, (2007) plantea el problema de la identidad nacional y la inmigración en una narración muy explícita en la que estas nociones son volátiles, no fijas, en un contexto del mundo global en el que todo y todos se mueven pero sin que lleguen a establecer contacto. A continuación se insertan algunos textos que quieren ayudar a plantear esta problemática a partir de la narración del film, quizá al otro lado de la escritura cinematográfica que Akin ha realizado en este trabajo.
En primer lugar, la noción clásica de identidad nacional tal como la explica sintéticamente una de sus principales estudiosas, la socióloga Montserrat Guibernau (2007):
“Identidad es una definición, una interpretación de uno que establece qué es una persona y dónde está en términos sociales y psicológicos. Todas las identidades emergen en el interior de un sistema de relaciones sociales y de representaciones. Toda identidad exige el reconocimiento recíproco de los otros; implica permanencia y unidad de un sujeto o de un objeto a través del tiempo. La identidad se conecta también a la acción. Desde esta perspectiva, los actores deben tener la percepción de pertenencia, un sentido de continuidad temporal y una capacidad de autorreflexión que informa un proceso de constante reafirmación de la propia auto-identidad y de la diferencia respecto de los otros”
Entre las identidades, “la identidad nacional es un sentimiento basado en la creencia de pertenecer a la misma nación y compartir muchos de los atributos que la hacen diferente de las otras naciones. La creencia en una cultura común, historia, afinidades, lenguaje, territorio, religión, que funden momento actual y destino de un pueblo, se invocan frecuentemente, con intensidad variable, como la forma de compartir una identidad nacional particular. Normalmente tal identidad nacional se atribuye generalmente a los ciudadanos de un estado-nación. Pero identidades nacionales diferentes pueden ser compartidas por ciudadanos de naciones sin estado como los casos de Québec, Cataluña, Pais Vasco o Escocia”
Montserrat Guibernau, The identitiy of nations, Polity Press, Cambridge, 2007, pp. 10 y 11.
Pero frente a esta noción cultural y política de la identidad, resulta más cercana a la visión que nos muestra “Al otro lado” en el siguiente texto de Gabriel Gatti (2008):
“La palabra identidad es sencilla de enunciar pero muy difícil de pensar. Está repleta de trampas y salvaguardas, de parapetos que la preservan de la duda. Estas salvaguardas constituyen enormes lastres, de los que parecería que no nos es posible librarnos y que dificultan enormemente la reflexión sobre ella, que aún al día de hoy continúa encerrada en la mística de semper idem, en la retórica de lo idéntico, lo permanente, lo duradero, lo sólido, lo firme, lo estable, lo único, el lugar donde guardamos las cosas que permanecen.
Si lo que digo es cierto deberíamos abandonar de una vez por todas el concepto, por peligroso y, sobre todo, por inútil, pues nada describe de un mundo, el contemporáneo, con demasiadas cosas, casi todas, que no se llevan bien con esos adjetivos. Y sin embargo, la palabra identidad, tramposa o no, peligrosa o no, lastrada por enormes pesos como está, sirve: pues se usa, pues se busca, pues se dice, pues se vive. Cuidado pues con la crítica radical al término. Quizá no exista, pero se desea, quizás fuese mejor un término distinto, pero éste dice mucho de cómo funciona la construcción de nuestras identificaciones. Ojo entonces con deshacerse del agua de la bañera pues puede que al sacar el tapón se vaya tambien el niño por el desagüe: ‘La identidad es (…) una idea que no puede pensarse a la vieja usanza, pero sin la cual ciertas cuestiones clave no puedne pensarse en absoluto’ (Hall, 2003). El concepto sirve, si no como indicador de hechos – la identidad como verdad – sí como reflejo de deseos y de búsquedas – la identidad como aspiración.
Gabriel Gatti, El detenido-desaparecido. Narrativas posibles para una catástrofe de la identidad., Trilce, Montevideo, 2008, pp. 96-97.
En el film, la temática de la identidad nacional está unida al problema de la inmigración. Turcos en Alemania, la generación de los padres en la industria, sometido a una jerarquización salarial y a una especialización funcional; pero esa certeza en el origen y en el enraizamiento en otro lugar a partir del hecho migratorio, es alterado en la segunda generación. Y principalmente en el joven profesor contratado universitario – un hallazgo que su profesión no sea “obrera” sino un empleado público, trabajador de la cultura- , hijo de inmigrantes, formalmente integrado en el que se declara “su país” del que sin embargo se extraña, sin tampoco poder desarrollar un sentido de pertenencia con el país de origen familiar. Se opera una deslocalización afectiva, política y cultural, un desenraizamiento global. Es el acto del padre, su brutalidad, el que le permite desprenderse de su medio de vida y de trabajo y el que le conduce a otro lugar, evocado pero inasible en su realidad actual. Y a la inversa, en la dirección Turquía – Alemania, de la joven estudiante que rechaza y resiste el contexto identitario turco para acudir a otro país que no la acepta y al que tampoco ella acepta sino como vía de escape, no sólo personal, sino también de una acción política minoritaria y elitista, repelida también por la gran mayoría de la población en Turquía –la escena de los aplausos a la redada policial.
Más complicado es el proceso de las dos alemanas, madre e hija, en su relación con la otra identidad cultural y política de Turquía. En ese nivel la identidad alemana se pone en crisis por la identificación afectiva con el diferente, con el otro, y con el descubrimiento de éste como objeto de atención y de cariño. Aunque en el caso de la madre el descubrimiento se produzca a partir de la extinción física de la persona que oficia de “médium” afectivo entre un mundo y otro.
En el film se contiene también una referencia continua a los debates sobre la importancia de los paradigmas de la cultura occidental – su identidad histórica, política, incluso religiosa – respecto de la cultura, la historia y la política turca en el proceso de integración en la Unión Europea. Desde la conversación en la cocina hasta los interrogatorios policiales en la cárcel, la influencia de este proceso de integración sobre la cotidianeidad, es muy llamativo.
El tema de la hibridación identitaria, de la renuncia a las certezas de cada uno y la exaltación de un campo cultural que puede amortiguar las diferencias y las heridas, convergen en una mirada compasiva hacia los personajes que son capaces de sobrevivir a ese continuo entrecruzarse de destinos trágicos. Viven en una frontera que traza cada día sus bordes y evocan las pérdidas sufridas, de las personas desaparecidas y de la creencia en una historia (pasado, presente y futuro) que les de un sentido colectivo.
En primer lugar, la noción clásica de identidad nacional tal como la explica sintéticamente una de sus principales estudiosas, la socióloga Montserrat Guibernau (2007):
“Identidad es una definición, una interpretación de uno que establece qué es una persona y dónde está en términos sociales y psicológicos. Todas las identidades emergen en el interior de un sistema de relaciones sociales y de representaciones. Toda identidad exige el reconocimiento recíproco de los otros; implica permanencia y unidad de un sujeto o de un objeto a través del tiempo. La identidad se conecta también a la acción. Desde esta perspectiva, los actores deben tener la percepción de pertenencia, un sentido de continuidad temporal y una capacidad de autorreflexión que informa un proceso de constante reafirmación de la propia auto-identidad y de la diferencia respecto de los otros”
Entre las identidades, “la identidad nacional es un sentimiento basado en la creencia de pertenecer a la misma nación y compartir muchos de los atributos que la hacen diferente de las otras naciones. La creencia en una cultura común, historia, afinidades, lenguaje, territorio, religión, que funden momento actual y destino de un pueblo, se invocan frecuentemente, con intensidad variable, como la forma de compartir una identidad nacional particular. Normalmente tal identidad nacional se atribuye generalmente a los ciudadanos de un estado-nación. Pero identidades nacionales diferentes pueden ser compartidas por ciudadanos de naciones sin estado como los casos de Québec, Cataluña, Pais Vasco o Escocia”
Montserrat Guibernau, The identitiy of nations, Polity Press, Cambridge, 2007, pp. 10 y 11.
Pero frente a esta noción cultural y política de la identidad, resulta más cercana a la visión que nos muestra “Al otro lado” en el siguiente texto de Gabriel Gatti (2008):
“La palabra identidad es sencilla de enunciar pero muy difícil de pensar. Está repleta de trampas y salvaguardas, de parapetos que la preservan de la duda. Estas salvaguardas constituyen enormes lastres, de los que parecería que no nos es posible librarnos y que dificultan enormemente la reflexión sobre ella, que aún al día de hoy continúa encerrada en la mística de semper idem, en la retórica de lo idéntico, lo permanente, lo duradero, lo sólido, lo firme, lo estable, lo único, el lugar donde guardamos las cosas que permanecen.
Si lo que digo es cierto deberíamos abandonar de una vez por todas el concepto, por peligroso y, sobre todo, por inútil, pues nada describe de un mundo, el contemporáneo, con demasiadas cosas, casi todas, que no se llevan bien con esos adjetivos. Y sin embargo, la palabra identidad, tramposa o no, peligrosa o no, lastrada por enormes pesos como está, sirve: pues se usa, pues se busca, pues se dice, pues se vive. Cuidado pues con la crítica radical al término. Quizá no exista, pero se desea, quizás fuese mejor un término distinto, pero éste dice mucho de cómo funciona la construcción de nuestras identificaciones. Ojo entonces con deshacerse del agua de la bañera pues puede que al sacar el tapón se vaya tambien el niño por el desagüe: ‘La identidad es (…) una idea que no puede pensarse a la vieja usanza, pero sin la cual ciertas cuestiones clave no puedne pensarse en absoluto’ (Hall, 2003). El concepto sirve, si no como indicador de hechos – la identidad como verdad – sí como reflejo de deseos y de búsquedas – la identidad como aspiración.
Gabriel Gatti, El detenido-desaparecido. Narrativas posibles para una catástrofe de la identidad., Trilce, Montevideo, 2008, pp. 96-97.
En el film, la temática de la identidad nacional está unida al problema de la inmigración. Turcos en Alemania, la generación de los padres en la industria, sometido a una jerarquización salarial y a una especialización funcional; pero esa certeza en el origen y en el enraizamiento en otro lugar a partir del hecho migratorio, es alterado en la segunda generación. Y principalmente en el joven profesor contratado universitario – un hallazgo que su profesión no sea “obrera” sino un empleado público, trabajador de la cultura- , hijo de inmigrantes, formalmente integrado en el que se declara “su país” del que sin embargo se extraña, sin tampoco poder desarrollar un sentido de pertenencia con el país de origen familiar. Se opera una deslocalización afectiva, política y cultural, un desenraizamiento global. Es el acto del padre, su brutalidad, el que le permite desprenderse de su medio de vida y de trabajo y el que le conduce a otro lugar, evocado pero inasible en su realidad actual. Y a la inversa, en la dirección Turquía – Alemania, de la joven estudiante que rechaza y resiste el contexto identitario turco para acudir a otro país que no la acepta y al que tampoco ella acepta sino como vía de escape, no sólo personal, sino también de una acción política minoritaria y elitista, repelida también por la gran mayoría de la población en Turquía –la escena de los aplausos a la redada policial.
Más complicado es el proceso de las dos alemanas, madre e hija, en su relación con la otra identidad cultural y política de Turquía. En ese nivel la identidad alemana se pone en crisis por la identificación afectiva con el diferente, con el otro, y con el descubrimiento de éste como objeto de atención y de cariño. Aunque en el caso de la madre el descubrimiento se produzca a partir de la extinción física de la persona que oficia de “médium” afectivo entre un mundo y otro.
En el film se contiene también una referencia continua a los debates sobre la importancia de los paradigmas de la cultura occidental – su identidad histórica, política, incluso religiosa – respecto de la cultura, la historia y la política turca en el proceso de integración en la Unión Europea. Desde la conversación en la cocina hasta los interrogatorios policiales en la cárcel, la influencia de este proceso de integración sobre la cotidianeidad, es muy llamativo.
El tema de la hibridación identitaria, de la renuncia a las certezas de cada uno y la exaltación de un campo cultural que puede amortiguar las diferencias y las heridas, convergen en una mirada compasiva hacia los personajes que son capaces de sobrevivir a ese continuo entrecruzarse de destinos trágicos. Viven en una frontera que traza cada día sus bordes y evocan las pérdidas sufridas, de las personas desaparecidas y de la creencia en una historia (pasado, presente y futuro) que les de un sentido colectivo.
1 comentario:
No habia visto la película. Iré al FNAC a comprarmela, me parece que la crítica es muy interesante
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