Leer textos clásicos como si ya no pudieran afectarnos, desde una escritura del pasado, textos cerrados e inertes para el que los observa. La sugerencia de Jose Maria Ripalda (Los límites de la dialéctica, Trotta, 2005, pp. 58-59) es muy diferente:
"¿Qué ocurre si el presente de Marx fuimos también nosotros, si fuimos parte de su cara oculta para él mismo? Entonces el texto no está cerrado. El Capital, no es el gran libro que, como dice Gadamer, constituye una de esas estrellas fijas de la alta cultura jalonando la existencia de la Humanidad. Habrá que rescatarlo de la institución y de su acopio cautivo de saberes (...). Injertar, hibridar sin pretender ofrecer otro texto cerrado por obra y gracia de la interpretación, sin arbitrariedad, dándole presente al texto del pasado que no lo es. Un texto, precisamente porque no está cerrado, puede dar lugar a desarrollos mas internos a él que los inmanentes (...). El tema del proletariado - los excluidos de la decisión, los que carecemos de opinión pública alternativa, de derecho público a lengua propia (tal vez se podría hacer así) - sigue en nosotros y fuera de nosotros de un modo que los textos comentados no alcanzan a contener: ningún texto puede servirnos de sustituto al presente que nosotros tenemos que darle y darnos precariamente".
No hay comentarios:
Publicar un comentario