Dice Gerardo Pisarello en un e-mail privado: "Te decía que anduve por la Venezuela profunda en un encuentro de Comités de Tierras Urbanas. Muy interesante. Gentes de barrios populares luchando por un espacio de autogestión contra la derecha tradicional y contra los burócratas que pululan en el entorno chavista. El socialismo visto "desde abajo" no siempre coincide con el que se trata de construir desde las alturas ¿Qué diría el viejo Korsch si en lugar de consejos de fábricas se encontrara con consejos comunales de pobres urbanos que trabajan y producen precariamente en un mercado informalizado? ¿Qué papel atribuiría a esas multitudes que son evangélicas, que creen en Chavez, en el Che y en un Jesús con túnica fosforescente que pegan en los modestos cristales de un lavabo o una cocina desvencijados? Complicado".
Es una realidad la que narra Pisarello que cuestiona la capacidad de observación y de crítica política de los procesos sociales que se están desarrollando en Venezuela por parte de los europeos. O mejor de un tipo de observadores europeos reformistas, laicos y desconfiados ante un liderazgo carismático apoyado en una red de organizaciones de sectores sociales sin la mediación de un sujeto político colectivo que fundamente el poder popular y encauce el espontaneismo de los movimientos que lo recorren. Es una aproximación que interpela también al consejismo como forma idónea principalmente para administrar la vida y las necesidades de la población y no tanto como fórmula para organizar la producción de manera creativa y no alienada, expropiando el poder empresarial para sustituirlo por el poder de los trabajadores.
(En la foto, el destinatario y el emisor del e-mail sobre Venezuela)
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