El corresponsal en Buenos Aires del The Parapanda Social Law Journal , bien conocido de la blogosfera patria, Guillermo Gianibelli - en la imagen sorprendido mientras fotografiaba el vuelo de las garzas reales en la laguna de Jarandilla - , nos traslada un artículo aparecido en el diario argentino Página 12 del muy conocido economista de la escuela de la regulación Robert Boyer, que si bien no es muy novedoso, si parece "atinado sobre el futuro de la Unión Europea, el lugar de la tensión presente y su incidencia en el devenir". El texto es el siguiente:
El fin de
2012 estuvo marcado por una notable calma: los pronósticos de un estallido de
la Zona Euro ya no son mayoritarios, ya que poco a poco los responsables
políticos terminaron por evaluar los problemas y bosquejar un aggiornamiento de
los procedimientos comunitarios e intergubernamentales. El vuelco aparece en el
verano europeo de 2012, cuando Mario Draghi anuncia que el Banco Central
Europeo está dispuesto a sostener el euro por todos los medios posibles; de
hecho, el rescate en los bancos de los títulos de la deuda pública de los
Estados más amenazados, como España e Italia, hizo bajar las primas de riesgo y
tranquilizó a la comunidad financiera internacional, más allá de las
reticencias de las autoridades alemanas. En el último trimestre del año pasado
se decidió que el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera, que era transitorio,
dejará su lugar al Mecanismo Europeo de Estabilidad, un fondo permanente que
apunta a responder a futuras crisis financieras. De manera similar, la
interdependencia entre crisis de las deudas soberanas y crisis bancaria alcanzó
tal amplitud en España que se decidió instituir una agencia europea de
regulación de los bancos e instituciones financieras más grandes. Al término de
un proceso relativamente complejo, esta agencia podrá intervenir directamente
inclusive movilizando fondos europeos.
La nueva
delegación a Europa de atributos altamente simbólicos de la soberanía nacional
presenta fuertes resistencias, pero la estabilidad financiera se reconoce
finalmente como objetivo comunitario, complemento necesario y descuidado por
demasiado tiempo de la estabilidad monetaria. Finalmente, más allá de una
“regla de oro” que limita los déficit públicos –que es un endurecimiento del
PSC para el que la última década mostró las dificultades estructurales de
aplicación–, se abre camino un esbozo de coordinación de las políticas
económicas nacionales aun si no existe mayoría para contemplar un gobierno
económico de la Zona Euro en debida forma.
Aun si
fuera erróneo concluir que ha terminado la crisis del euro, los últimos meses
marcaron avances significativos en dirección de un mayor federalismo, pero el
proceso así engendrado sigue siendo muy incierto. Estos nuevos procedimientos
europeos o intergubernamentales se presentan como soluciones técnicas en
respuesta a la urgencia de la situación, pero distan de tener el aval de las
opiniones públicas nacionales. En efecto, las ayudas aportadas se sometieron a
la imposición de reformas a menudo drásticas y por lo tanto impopulares,
independientemente o a veces contra la expresión democrática de los ciudadanos.
Las propuestas de retorno al Estado-nación de una fracción de la soberanía
delegada a Europa se multiplican, ya que las opiniones públicas nacionales
tienen la impresión de que ya no son defendidas correctamente en ese nivel, y
que hay que volver al imperativo de una democracia que se expresa esencialmente
en el nivel nacional.
Se
manifiesta sí el avance de los partidos y movimientos de extrema derecha, de
los que es la propuesta central, en contra del consenso de hecho entre partidos
conservadores y socialdemócratas. La tentación de un retorno del “cada quien
por su cuenta” se manifiesta claramente en la discusión sobre la evolución a
mediano plazo del presupuesto europeo. ¿Por qué gobiernos acosados por demandas
sociales, vinculadas por ejemplo con la amplitud y duración de un desempleo
masivo, y sometidos a medidas de austeridad fiscal, de reducción de los
servicios públicos de salud y educación, aceptarían transferir una parte de su
recaudación fiscal al presupuesto europeo que, hasta el momento, resultó
incapaz de aportar una contribución a un retorno del crecimiento?
Así, en
2013 es claro que los tratados europeos mostraron sus límites, de manera que
queda excluido volver a su aplicación. Sin embargo, los países miembros de la
UE distan de ponerse de acuerdo sobre la reconfiguración de sus instituciones.
Para el gobierno británico, es importante salirse de las obligaciones europeas
que no corresponden a los intereses del país. Para el gobierno alemán, se
trata, por el contrario, de construir nuevas reglas de juego, más sofisticadas
y restrictivas que en el pasado, para caminar hacia una forma original de
federalismo. La mayor parte de los otros gobiernos ven su poder de negociación
limitado por la acumulación de desequilibrios mayores dentro de su economía, a
lo largo de la última década.
A partir
de esta constatación, se abren para la UE trayectorias muy contrastadas:
retiro/exclusión de uno o varios Estados miembro, reconocimiento de la divergencia
entre Europa del Sur y del Norte, evolución hacia una Europa à la carte en la
que coexistiría toda una gradación de acuerdos parciales, en torno de una Zona
Euro en marcha hacia un real federalismo. Como afirmaba un filósofo francés,
“el futuro dura mucho tiempo”. Los años por venir nos reservarán muchas
sorpresas, ya que son los movimientos políticos y sociales nacionales, en su
confrontación con las fuerzas de la globalización económica y financiera, los
que decidirán el futuro de la UE.
*
Economista, Institut des Amériques, París, Francia.
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