El profesor Juan Laborda tiene un blog en el que comenta semanalmente las derivas de la política económica. Conocedor profundo de los mecanismos financieros y de regulación económica, en el último de los "posts" ha resumido de forma clarísima los presupuestos sobre los que se basa la economía neoliberal dominante hoy en las instituciones monetarias y finacieras, no percibidas por e gran público como planteamientos ideológicos, sino como axiomas cientificos. He aquí la parte del texto dedicada a la exposición de los puntos centrales de esta ortoxia neoliberal.
Las falsedades de la ortodoxia neoliberal
Para poder valorar la teoría neoclásica dominante hay que partir de lo que el economista sueco Axel Leijonhufvud llamaba los presupuestos o conceptos esenciales de una escuela de pensamiento, que no pueden ser formalizados y que son previos a la constitución de hipótesis y teorías. Pues bien, la
ortodoxia neoliberal nos está imponiendo una serie de recetas basadas
en unas teorías cuyos presupuestos esenciales son falsos.
La epistemología dominante de la economía neoclásica es el instrumentalismo: una hipótesis es pertinente con tal de que permita hacer predicciones. El realismo de los postulados no tiene importancia. Y eso es mentira. Se debe partir de la realidad, con sus principales hechos estilizados, y no de una situación hipotética ideal.
La teoría neoclásica parte en su análisis del individuo o agente económico.
La macroeconomía dominante utiliza y reduce todo a bases
microeconómicas fundadas en un agente representativo, a la vez
consumidor y productor, que maximiza una determinada función con
determinadas restricciones. Es una falacia intelectual. El individuo un ser social poderosamente influido por el entorno, las clases sociales, y la cultura que le ha impregnado.
La teoría neoclásica parte en su análisis de la racionalidad absoluta,
de manera que los agentes disponen de una información y capacidades de
cálculo casi ilimitadas. Detrás de la hipótesis de mercados eficientes
está la hipótesis de expectativas racionales que ha supuesto un
auténtico disparate. Los agentes e instituciones tienen capacidades limitadas
respecto a conseguir y manejar la información, de manera que la
información no es que sólo sea imperfecta, sino que es a veces
insuficiente y obliga a postergar la toma de decisiones.
Intervención Estatal frente a Libre Mercado
La mayoría de los economistas neoclásicos tienen un prejuicio favorable con respecto a los mecanismos de mercado,
la libre empresa, y el “laissez-faire”. Si fuera posible eliminar las
imperfecciones que entorpecen la libre competencia o la circulación de
una información perfecta, la perfecta flexibilidad de precios permitiría
llegar al mejor de los mundos. El Estado es percibido como una fuente de ineficiencias:
si bien la intervención del Estado puede a veces ser necesaria a corto
plazo, a largo plazo preconizan un mínimo de intervención o de
legislación reguladora. Y así nos ha ido.
Es necesario poner en cuestión a la vez la eficacia y la equidad de los mecanismos de mercado. Por un lado, los mercados no pueden ser abandonados a su suerte, ya que no pueden autorregularse
(ver los fraudes y fiascos del sector financiero, Enron, Worlcom,
Madoff,…). El mercado, y muy especialmente el sistema financiero, debe
ser vigilado y regulado por el Estado, al igual que debe ser protegida
por el Estado la propiedad privada, base del sistema capitalista.
Pero hay algo más profundo. La competencia pura, favorable para todos, no es más que una situación transitoria que lleva a la constitución de monopolios u oligopolios.
Por lo tanto, el Estado tiene que intervenir y tomar posiciones en la
arena privada para evitar que la economía se vea abocada a una
inestabilidad demasiado grande y a un enorme despilfarro de recursos.
El fracaso del pensamiento económico dominante
El ritmo de deterioro económico y social se está acelerando, ya no solo en nuestro país sino también en las principales áreas geográficas. La mezcla de políticas económicas auspiciadas por la ortodoxia académica ha fracasado. Se propuso para salir de la crisis una combinación de política fiscal restrictiva, política monetaria expansiva (ampliación de los balances de la FED o del BCE), y deflación salarial,
bajo una serie de hipótesis que han resultado ser falsas. Se ha hecho
un diagnostico erróneo de lo que está pasando en el mundo. Como
consecuencia, las recetas económicas no tienen el impacto deseado, y,
como corolario, no paran de revisar de manera continuada y adaptativa
sus previsiones de crecimiento económico la baja.
El multiplicador monetario no ha funcionado, al estar la economía en
trampa de la liquidez. El impacto negativo de las restricciones
presupuestarias sobre el crecimiento económico ha sido casi cuatro veces
superior al estimado por los modelos del FMI. El abaratamiento
generalizado de los salarios y del despido ha acabado hundiendo la
demanda efectiva, es lo que se conoce como paradoja de costes.
Todas estas políticas parten de unas hipótesis sustentadas en unos
presupuestos esenciales absolutamente falsos. Con razón se puede afirmar
que las políticas que nos están imponiendo son pura ideología y no economía. El análisis serio así lo corrobora.
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