martes, 27 de diciembre de 2011

LA LUCHA DE LOS MINEROS MEXICANOS (RECOPILACIÓN DE TEXTOS DE OSCAR ALZAGA)




La lucha de los mineros mexicanos en Pasta de Conchos o en Cananea siguen siendo hitos decisivos para el movimiento obrero americano. Oscar Alzaga ha preparado una bellísima recopialción de poemas y de textos que versan sobre la minería, los mineros, su obra y sus luchas desde una perspectiva histórica. No hay espacio acá para acoger el texto en su integridad. Basta sólo algún ejemplo suficientemente ilustrativo. Hemos escogido el relato que el secretario general del sindicato minero realzia de la huelga general en la minería de 1944. Es el que se inserta a continuación


De la huelga general de 1944:



“Por fin, el 6 de junio de ese año, los americanos y los ingleses se decidieron a desembarcar en Normandía… necesario para apresurar el triunfo de las naciones aliadas sobre la dictadura nazi-fascista. […]

El 8 de junio, el Presidente Ávila Camacho llamó a su despacho al secretario general (Juan Manuel Elizondo) del sindicato. El presidente exigía que se aplazara por un tiempo más o menos largo, el estallido de la huelga minera. Sus argumentos no carecían de peso. Afirmaba que una nueva masa de soldados estaba involucrada ahora en la guerra, con la apertura del Segundo Frente. Que, como se sabía, la industria de guerra de Estados Unidos no disponía de otras fuentes de minerales que no fueran las de México, toda vez que era imposible transportar minerales de América del Sur y mucho menos de África o de Asia. Y que, precisamente en el momento en que se estaba haciéndose el máximo esfuerzo para terminar la guerra, México suspendía el abasto de minerales a su industria bélica.

Como es claro, a esas alturas la huelga general no podía suspenderse ya que lo impedían razones de orden puramente prácticas. Se le explicó al Presidente que, en esos momentos, eran las cinco de la tarde del día ocho y nos encontrábamos discutiendo el caso en el Palacio Nacional. Que, aún deseándolo, no podía ser detenida la huelga porque ni siquiera había tiempo, para que la orden del Comité Ejecutivo fuera transmitida a las secciones y recibida oportunamente por éstas. Dicha orden, en caso de dictarse, sería transmitida al día siguiente, ya que en la mayoría de las pequeñas y medianas unidades no existía servicio telefónico. La absoluta mayoría de las secciones no recibiría dicha orden sino hasta después del día 10, es decir, cuando la huelga ya hubiese estallado. Lo único que se lograría con esa orden de suspensión, sería el desconcierto entre las distintas secciones del sindicato, ya que unas, las que las recibieron a tiempo, podrían o no acatarla en vista de su carácter intempestivo y abrupto, mientras que otras saldrían a la huelga.

En vista de esas circunstancias, no se ganaría nada con la orden de suspensión de la huelga y, en cambio, el sindicato sufriría un verdadero colapso en su organización. Además, se le explicó al Presidente, durante los sesenta días anteriores que las empresas no habían concurrido a ninguna cita de la Secretaría de Trabajo, para negociar con el sindicato y con las autoridades, la solución del conflicto. Se le explicó también, que si bien era cierto que estaban muriendo muchos soldados en el frente recién abierto, esos soldados eran norteamericanos y que, como era lógico y moral, eran las empresas mineras norteamericanas, especialmente ASARCO, las obligadas a procurar que el abasto de minerales de México a Estados Unidos no se suspendiera por una huelga de trabajadores mineros. Que las empresas podían suspender la huelga, con sólo otorgar a sus obreros una pequeña parte de las sobre-utilidades, provenientes del aumento del precio de los metales. Y que, en todo caso, no eran los trabajadores mineros mexicanos los que iban a pagar con el sacrificio de sus salarios, la sangre derramada en Europa por los soldados norteamericanos, en tanto que las empresas mineras norteamericanas se beneficiaban tanto del esfuerzo de los trabajadores mexicanos como de la sangre derramada por sus compatriotas en el Segundo Frente de la guerra.

Lo único que respondió el Presidente de la República a esos argumentos fue:

-Bueno, pero no la hagan muy larga…”



Juan Manuel Elizondo. (“La huelga general de los mineros de 1944” en revista Trabajo y Democracia Hoy, Núm. 104, Las 100 Luchas Obreras del Siglo XX, 4ª edición, Julio-Agosto, 2009, p. 54). La huelga duró 40 días y el resultado fue un triunfo rotundo de los mineros.



La cárcel de Cananea está situada en una Mesa.

Donde yo fui procesado por causa de nuestra lucha.



Corrido popular. (Hoy la cárcel es El Museo de la Lucha Obrera.)

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