El 25 de noviembre es el día mundial para la eliminación de la violencia de género. Patricia Espejo, profesora de Derecho del Trabajo y vicedecana de la Facultad de Ciencias Sociales de Cuenca, leyó en aquella ciudad un manifiesto de la que es autora y que se publica a continuación:
MANIFIESTO CONTRA LA
VIOLENCIA MACHISTA
Patricia Espejo Megías
Cuenca, domingo 24 de noviembre
de 2019
Compañeras, compañeros:
Estamos hoy aquí por ellas, por
las más de 1000 mujeres que ya no están. Por esas 1027 mujeres asesinadas solo
desde 2003 que existen registros. Son muchas más. Y lo son, además, porque
todavía a nivel estatal no se ha adecuado nuestra normativa al Convenio de
Estambul de 2011, ratificado por España hace ya 5 años, por el que no solo
Marina sino también Laura del Hoyo Chamón, Diana Quer, Laula Luelmo o los
pequeños Ruth y José son víctimas de este abominable terrorismo machista.
Cerca de 70 mujeres son asesinadas
en nuestro país por hombres que las consideran trozos de carne de su propiedad.
En España, sí, en un país ‘Social, Democrático y de Derecho’. Así comienza
nuestra Carta Marga; Constitución que es papel mojado mientras no consigamos
vencer al monstruo que extermina a la mitad de su población.
Naciones Unidas es rotunda: si no
acabamos con la violencia hacia las mujeres, la igualdad de género nunca será
real. Y señala que los Objetivos de Desarrollo Sostenible jamás se cumplirán
sin la paz y la libertad de las mujeres y las niñas. En sus últimas
declaraciones no tiemblan en llamar “talibanes” a los miembros de Vox.
Al monstruo no lo podemos
combatir solas, os necesitamos, compañeros. 1027 de nosotras ya no tienen voz
para pediros que nos acompañéis en esta revolución amorosa y pacífica, una
cifra que es suficientemente alarmante y espantosa como para que todas y todos
pensemos que es este el más grave problema de nuestra sociedad.
Las violencias machistas son
perpetradas por hombres de todas las nacionalidades, edades, creencias
religiosas y clases socioeconómicas; que no nos engañen. El único elemento que
comparten las personas que dominan, vejan, controlan, relegan, infravaloran,
agreden, violan y asesinan en su condición de hombres. Pero lo que no podemos
perder de vista es que ellos lo que hacen es reproducir hasta el extremo más terrible
una cultura patriarcal que permite:
1. Violencia
simbólica
2. Violencia
en el lenguaje
3. Violencia
psicológica
4. Violencia
física
5. Violencia
sexual
6. Violencia
reproductiva
7. Violencia
económica
El estatus privilegiado de
vosotros, los hombres, no puede sustentarse por más tiempo en estas 7 patas que
nos matan en vida de forma lenta y silenciosa a las que quedamos. Por ello, y
aunque devengan necesarias normas y políticas públicas de Estado tendentes a
combatir todas estas intolerables violencias, lo que urge es cambiar la
educación de nuestras niñas y nuestros niños desde su más tierna infancia para
que dejen de concebir el mundo como un teatro donde la mitad de su ciudadanía tenemos
impuesto el papel de sumisas. Vosotros, hombres buenos que estáis aquí, que os
cuestionáis, que os repensáis, que os reconocéis también víctimas de un
Patriarcado ridículo que debe desaparecer, que no sois maltratadores, ni
violadores, ni puteros, tenéis que ser proactivos y no permanecer silentes. No
os calléis y poned entre las cuerdas a los opresores, porque el silencio solo
os convierte en cómplices. Tenéis que ser parte de la solución. Tenemos que
remar juntos en este barco, pues no habrá jamás un progreso social y económico
sostenible si las mujeres seguimos sufriendo todas estas execrables violencias
y continuamos, además, invisibilizadas por realizadas aquellos trabajos que
sostienen la vida.
Ser hombre de verdad no es
discriminar, pagar menos, olvidarse de la casa, no cuidar, minusvalorar,
dominar, insultar, pegar e incluso matar. Hoy me dirijo a vosotros en nombre de
las que estamos y de las que ya no están. La cultura machista en que la todas y
todos hemos sido educados/as genera mucha violencia y es hora de que digáis
“no” a esos mandatos de género que os impone el sistema heteropatriarcal: la
ira, la agresividad, la competitividad y la violencia como formas de estar en
el mundo. Debéis deconstruiros y caminar hacia una nueva y poderosa
masculinidad donde amar sin posesiones, sentir, emocionaros, llorar, empatizar,
cuidar y educar sean también vuestros atributos más valiosos. Sed conscientes
de que, de lo contrario, morimos nosotras, pero pierde y se estanca toda la
sociedad.
Las mujeres somos el 52% de la Humanidad
y, sin embargo, no estamos en la mitad de los puestos políticos, de los puestos
de mando de las empresas, de los puestos de dirección de las administraciones
públicas, entre ellas, las Universidades, de los órganos que lideran los
sindicatos y, desde luego, no estamos en el poder económico. Los trabajos de
las mujeres obligan a donar fuerza de trabajo diariamente, realizando dobles y
triples jornadas y, en cambio, la economía de los cuidados sigue sin tenerse en
cuenta en cifras, lo que hace de estos trabajos, trabajos invisibles.
Genera mucha violencia que en
nuestros empleos se nos penalice por ser dadoras de vida y que siga sin valorarse
el ‘cuidatoriado’ que sostenemos las mujeres. No podemos hablar de Derecho
Social si el sistema no nos protege como mujeres trabajadoras. No podemos
hablar de España como Estado Social sin salarios iguales, sin trampas, sin
complementos salariales masculinizados que enmascaran retribuciones desiguales
en perjuicio de las mujeres. No podemos hablar de Estado Social sin pensiones
dignas donde, además, las mujeres cobramos de forma paupérrima como
consecuencia de una vida llena de obstáculos, carente de esa aclamada
corresponsabilidad social que nos obliga a reducir las jornadas con la
correspondiente reducción de nuestros salarios, a la elección NO libre de
trabajos a tiempo parcial, a firmar contratos temporales, a pedir la inmensa
mayoría de las excedencias para cuidar de nuestras hijas e hijos y de
nuestros/as mayores y que nos expulsa del trabajo, en el peor de los casos,
como consecuencia de ese hecho biológico incontrovertible que solo podemos
vivir las mujeres.
Esto es violencia machista,
compañeros y compañeras; es violencia económica y también duele.
No podemos existir si no se nos
nombra, porque lo que nombra no existe. Y no es este un asunto menor, aunque
algunos traten de restarle importancia. Como tampoco lo es la violencia
psicológica a la que muchas mujeres están sometidas en sus hogares o en sus
trabajos.
La violencia sexual es compresiva
de realidades que hemos normalizado. Por supuesto, me refiero a las cada vez
más numerosas agresiones sexuales y de la proliferación de más y más manadas,
que han hecho de las calles un territorio hostil para nosotras, Pero, también,
me estoy refiriendo a la prostitución como la forma más brutal de violencia de
género. El 75% de las víctimas de Trata en todo el mundo son mujeres (mujeres y
niñas) y tres de cada cuatro son utilizadas para la explotación sexual. Aceptar
que ha de existir la prostitución supone negarnos a las mujeres como sujetos
con autonomía y capacidad de decisión propias; es la negación de nuestra igual
humanidad. Este modelo de masculinidad, compañeros, es el que necesitamos que
desterréis. Este negocio millonario no se sostiene solo. Es negocio no
existiría sin puteros que pagan por violar. La Trata no hace sino abastecer el
negocio prostitucional con la materia prima y la pornografía suministra de
forma fácil y gratuita la ideología de cosificación que mantiene la
prostitución. Quiero subrayar algo espantoso pero muy descriptivo sobre este
triángulo de violencia sexual perfecto: se registraron miles de búsquedas en
páginas web de porno de la violación múltiple de la manada de bestias a la
joven en los sanfermines de 2016.
Las violencias machistas son
muchas y todas confluyen en un sistema patriarcal que les da cabida.
Nos queremos vivas, libres e
iguales. No queremos ser objetos de tutela, sino sujetos de derechos. Queremos
poder ser todo aquello que queramos ser. Queremos poder decidir sobre nuestros
futuros y, por supuesto, sobre nuestros cuerpos.
Los asesinatos machistas que han
arrebatado a hijas, hijos, madres, padres, hermanas, hermanos, amigas y amigos
a estas 1027 mujeres son solo la punta del iceberg de un sinfín de violencias
que debemos urgentemente combatir. Porque todo aquello por lo que tanto se ha
luchado es susceptible de sernos arrebatado.
El feminismo no es un cáncer,
amigas y amigos, y no podemos consentir que la ultraderecha pretenda
devolvernos al hogar. Porque es maravilloso coser, claro, como también lo es
estudiar, leer, aprender, viajar…, y, sobre todo, soñar con esa sociedad donde
la equidad sea el pilar donde de verdad se apoye ese Estado ‘Social,
Democrático y de Derecho’ que merecemos.
No más violencias, no más odio y
sí más educación y más feminismo.
Ni una menos.